“Trato de rodearme de personas que se convierten en mis mejores amigos. Así es como logro estar realmente cerca de la gente, haciendo música con ellos”, le dice Bill Frisell a Marc Ribot.
A veces me siento sola. Hablo de esa soledad a la que se refiere Rilke en sus “Cartas a un joven poeta”, palabras que acompañan y hacen menos dura la sensación. Hoy tropezaba por casualidad con una entrevista de Ribot a Frisell, dos de mis guitarristas de cabecera. Una conversación entre amigos, transcrita para nuestro deleite. Combinando la lectura de ambos textos, vuelvo a sentirme cerca de alguien, de algo.
Y recuerdo un diálogo a tres bandas entre Jason Victor, Naiel Ibarrola y yo, a medianoche, tras la merecida cena después de nuestra última grabación. Sonaba Bill Frisell, y comentábamos nuestros diferentes puntos de vista acerca de su música y la de Ribot.
En esta entrevista ambos hablan de lo mismo: de que la guitarra no sólo se toca con los dedos, sino imaginando lo que escuchas. De nuestro sonido personal, que nace de nuestras limitaciones (con lo que no puedo estar más de acuerdo). De que lo que hace único a un sonido es la incapacidad de lograr aquello que intentamos.
Hablan del mundo en miniatura que conforma la comunidad musical. La familia en la que se convierte tu banda, una familia en la que los miembros se escuchan los unos a los otros. Y me siento afortunada por saber, con toda certeza, que pertenezco a una.
Hoy comparto con vosotros el enlace a la charla entre Ribot y Frisell, y las fotos de la mañana siguiente a nuestra conversación sobre ellos dos, tras la pieza que conformará nuestro disco, instrumentado con todo lo que veis en la imagen. Que paséis una buena noche, en compañía o soledad. Se despide atentamente: la mujer del fuelle.
PD: Gracias, Dani Moreno, por regalarme tu ejemplar de las cartas de Rilke. Cuando te duela no tenerlo, acuérdate de lo que Rilke le decía a Kappus: “Sé que a mis libros les gusta estar con usted”.