Hace unos meses leía el ya clásico “Manual de superviviencia” de Josep Coll i Rodríguez, y me sentí en parte irritada y en parte identificada con la cuestión (y su correspondiente respuesta) que cierra el capítulo “Preguntas habituales. Solución a las 100 preguntas malditas”.
A esa pregunta número 100, “¿Los artistas de este país se merecen el esfuerzo que ha supuesto escribir este libro?”, Coll se responde a sí mismo con un “No. (Véase el epílogo).”
Reí un poco. Tan solo un momento. La gracia que me hizo esa réplica a modo de protesta, que entonces percibí cargada de altanería, solo me duró unos segundos. Luego pensé en cuántas veces me he preguntado algo similar, y en cuántas me he quedado con ganas de zarandear (de forma figurada) a algún amigo, conocido, o incluso desconocido al comprobar su dejadez en lo que respecta a la gestión de sus creaciones. Pensé en las situaciones en las que lo he llegado a hacer (zarandear literalmente) y en cuántas ocasiones he sentido frustración, puesto que la razón de ese desinterés posee sus raíces en una profunda desinformación que la industria musical y las entidades de gestión alientan.
Los artistas nos dedicamos a hacer, sin preocuparnos demasiado de cómo lo estamos haciendo. Nos han enseñado que responsabilizarnos de algo más que divertirnos creando, nos desconcentra. Nos han repetido que lo mejor es que nosotros nos dediquemos a lo que sabemos hacer, y dejemos el control de la gestión de nuestra obra en manos de profesionales. Estamos desunidos y luchamos solos. Y las batallas, de esa forma, están perdidas antes siquiera de iniciarse.
En el proceso de documentación para el libro sobre SGAE que David García Aristegui y yo estamos escribiendo, hemos realizado numerosas entrevistas con autores, socios y no socios de la entidad. En varias ocasiones, tras la esperanza de encontrar a alguien formado/a, comprometido/a y que nos pudiera ofrecer razones bien fundamentadas a la hora de explicar sus decisiones en materia de gestión de derechos, nos topamos con el silencio, la duda, la delegación de poderes en alguien de quien realmente se desconfía, el recelo y, en última instancia, el miedo. Han sido ocasiones puntuales, pero para nosotros muy significativas.
Volviendo al manual de Coll, que me parece una obra generosísima, extraigo algunos fragmentos de su epílogo. La publicación data del año 2007, mucho antes de que afloraran a la superficie algunos de los conflictos más graves para los creadores (caso SAGA, escándalo de la “Rueda de las televisiones”, marcados desequilibrios económicos y de poder en los nuevos modelos de negocio, y un largo etc.) y de que eso de la “piratería” nos comenzara ya a sonar como un “no-problema” muy lejano a algunos. Con todo, recoge sensaciones y aspectos en los que debemos poner atención, y que hoy siguen absolutamente vigentes.
“…nuestra falta de organización nos mata, la voluntad de la mayoría de artistas de preocuparse únicamente por su proyecto artístico facilita esta situación, la falta de solidaridad entre nosotros y, especialmente, de los artistas que triunfan nos deja desnudos ante cualquier vulneración de nuestros derechos colectivos. La falta de participación total en los movimientos asociativos —las asambleas vacías— deja a los representantes de éstas vendidos delante de cualquiera, al no tener legitimidad de ningún tipo para actuar con un mínimo de respaldo. Pocos estamos perdiendo el tiempo, realizando acciones para intentar cambiar las cosas; […] Esta aureola que huele a muerto debe cambiar. En el momento en que los artistas nos demos cuenta de que sin músicos NO HAY MÚSICA, que debemos recuperar la punta de la pirámide del negocio musical, salir de las catacumbas… entiendo que, si todos nos pusiéramos de acuerdo, nadie haría playback, nadie firmaría contratos tipo con una duración aproximada de 120 años, como ocurre con los contratos editoriales, nadie miraría impunemente la miseria que vivimos desde su casa de Miami, nadie nos compraría por una zanahoria, por un anticipo.”
Yo no me rindo. Lo que se necesita es invertir en la formación de los artistas, dotarlos de las herramientas y el conocimiento necesarios para que tomen sus decisiones conscientemente, y dar las gracias y valorar el trabajo de quienes enseñan y comparten ese conocimiento que nos dota de poder. Que no se cansen de hacerlo.
PD1: Un abrazo bien fuerte a algunos de los que tengo más cerca, a los que me han enseñado a través de sus artículos, libros o simplemente a través de sus actos: David G. Aristegui (¿Por qué Marx no habló de copyright?), Servando Rocha (Creadores Abogados), Enric Enrich (Copyrait), Sergio Picón (Aloud Music), Alejandro Vera Palencia (Sideleft), y un largo etcétera.
PD2: “Manual de Supervivencia” se puede descargar gratuitamente desde la web de Asesoría Jurídica de las Artes: http://www.asesoriajuridicadelasartes.com/aja-ediciones/. El autor pide a cambio que se difunda el mensaje del motivo de su decisón para hacerlo: “ha decidido regalar su libro como protesta a la subida del IVA cultural y, en concreto a la no equiparación del IVA de los libros digitales (21%) con el de los impresos (4%)”.
PD3: Mientras decidía entre enlazar el nombre de Sergio a su blog o bien a la web de Aloud Music, me encuentro leyendo un post en su página personal que dice “…lo bonito de organizar conciertos es hacer feliz a la gente. Tengo mil recuerdos de gente disfrutando, con los ojos cerrados, bailando, gritando… en movidas montadas por mí. Todo el esfuerzo, las negativas, los obstáculos, las dificultades, la mierda de este negocio, se ve compensada por este tipo de cosas”. Y ya no tengo dudas.