Ayer me acerqué a mi ejemplar de “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago, y releí con una sonrisa en los ojos la dedicatoria de quien me lo regaló. Entre las páginas, una carta manuscrita hace años que acaba diciendo: “Me despido de ti lamentando que Google no pueda tener acceso a este mensaje. En el futuro el papel será un símbolo de libertad”.
Me ha sorprendido la cantidad de extractos que la gente ha ido publicando sobre sus estadísticas anuales en Spotify, sin pensar lo más mínimo en el escasísimo margen de libertad y privacidad que hoy tenemos. No soy usuaria de ninguna plataforma de streaming, y aún prefiero utilizar mi propia memoria para recordar qué discos he puesto a girar en los últimos meses y por qué. En vez de saltar de un tema a otro, movida por el capricho de un algoritmo, lo hago pensando en seres humanos: quién me dio a conocer este disco, y qué otros me enseñó también. De paso, además de la emoción que me suscita la propia música, siento el inmenso agradecimiento hacia esa persona. Y así, en cadena. De recuerdo en recuerdo. La sensación de un descubrimiento aleatorio (o no) que se relaciona con algo perdido en la memoria y lo hace reflotar bruscamente.
Anoche me acosté con los cascos puestos. El primer recuerdo fue el de tantas noches adolescentes acompañada por la radio de madrugada. El segundo, nada más comenzar a sonar las primeras notas de “Counterfeit” de Martin L. Gore. Misma época, 1989. Por entonces, ni idea de que aquel EP estaba formado enteramente por versiones. Me dejo llevar. Tercer recuerdo, momento en que una imagen en televisión atrapa toda mi atención, 1999: reconozco la melodía y letra de “Motherless child” (el título que cierra “Counterfeit”), acompañando una escena de la película “El evangelio según San Mateo” de Pasolini. Descubro la voz de Odetta impregnando de dolor unas imágenes que a día de hoy no encuentro adjetivo para describir. Anoche sentí el deseo irrefrenable de volver a verlas y abrazar con cuidado la impronta que todo aquello dejó en mí.
2019. Hoy os recomiendo el libro “The new analog. Cómo escuchar y reconectarnos en el mundo digital” de Damon Krukowski, al que el autor da la bienvenida con un “gracias por leer este libro analógico. No necesitarás ningún programa informático adicional, no gasta batería y es completamente reciclable”. Entre sus páginas, ideas como la de que “la música digital ha generado un déficit temporal. […] Escuchar con atención depende siempre del tiempo”.
Agradezco que los algoritmos genéticos que llevamos de serie operen aún de forma tan eficiente y bella. Probad a dejarlos funcionar, con el espacio y el tiempo suficiente para escuchar con atención, y ya veréis qué placer.