El periodista José Durán cuenta de nuevo con mi opinión, esta vez para un reportaje sobre la idea de “venderse” a la industria musical. A continuación reproduzco unos extractos de mis comentarios, pero os recomiendo la lectura atenta del texto completo, accesible en la web de El Salto a través de este enlace.
“La compositora vasca Ainara LeGardon […] señala que en los últimos 30 años “el capitalismo ha desarrollado fórmulas extremadamente hábiles para someternos sin que seamos conscientes, como público y como personas creadoras”. Así, afirma que la idea peyorativa de “venderse” se ha difuminado y que cada vez quedan menos vías para “poder vivir de nuestro trabajo creativo al margen de la industria”. Para ella, de hecho, la nueva forma de dejarse engullir por el mercantilismo no es “venderse”, sino lo contrario: “comprarse” followers, likes y escuchas. “Se compra todo eso —explica— para llegar a unos números mínimos que te permitan cumplir con los estándares actuales de lo que se considera un/a artista con potencial para poder fichar por un sello, por muy pequeño que sea, para que la distribuidora digital con la que has estado trabajando no rescinda tu contrato unilateralmente por no satisfacer sus estadísticas, y para llegar al mínimo de mil plays por debajo de los que Spotify ni siquiera te va a remunerar.
LeGardon es un ejemplo de trayectoria al margen, de resistencia. Sufrió varias experiencias desagradables con discográficas y productoras audiovisuales derivadas de la inclusión en 1997 de una de las canciones de Onion, el grupo en el que cantaba, en la banda sonora de Abre los ojos, la película de Alejandro Amenábar. Descubrió entonces que los mecanismos de la industria musical no iban con ella y optó por la autoedición de su obra —hasta la fecha, seis discos y varias piezas sonoras— y el estudio de temas relativos a la propiedad intelectual y los derechos de autoría, de los que hoy es especialista. “No es un camino fácil, pero en mi caso ha sido la manera idónea de poder llevar a cabo el trabajo que he querido hacer, a mi ritmo, sin presiones externas y sin interferencias”, valora. Ella entiende que la audiencia percibe esa coherencia y la aprecia, también desde la primera persona: “Como parte de ese público que soy, me siento ávida de autenticidad. La sinceridad desprende un aroma que se distingue enseguida y, cuando lo encuentras en una propuesta musical, te aporta un tremendo placer”.
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“A la hora de firmar el contrato, Ainara LeGardon subraya algo importante: los que ofrecen los sellos pequeños no difieren tanto de los de las multinacionales. “A veces no son más que un corta-pega de las mismas condiciones, pero ofrecidas por una empresa que no dispone del músculo de una major”. El primer consejo, recomienda, es no firmar nada que no se entienda. Preguntar, dejarse asesorar por alguien objetivo y entender las consecuencias antes de firmar. “Los contratos deberían poder ser negociables para adaptarse a las necesidades de ambas partes en cada caso concreto. Si no te permiten negociar, desconfía”, sugiere”.