El otro día, unos veinte minutos antes de comenzar el concierto en el MUSAC, le pedí a la encargada de seguridad que me dejara unos momentos en la Sala 1 del museo, ya cerrado al público, para poder quedarme a solas con la exposición “Self-Timer Stories” (“Historias del autodisparador”). Mi mente estaba ocupada pensando en el diálogo que acabábamos de tener en torno a la autogestión: en lo que dije, en lo que no dije, en la vehemencia con la que a veces me expreso (fruto de la práctica y la repetición de ideas frente a otros), en si será entendida como pasión o como virulencia. Debía centrarme en arrancar a cantar a capella, aún de día y en un patio exterior, una canción que habla de una carretera y un lugar con una historia siniestra. Pensé en los relatos similares que definen a muchos pueblos de la provincia leonesa; en cuántos muertos y recuerdos dejaron esos grandes depósitos artificiales de agua que fueron los pantanos construidos hace décadas. Pero no era capaz de concentrarme en lo que iba a comenzar en muy pocos minutos.
Y entonces una imagen me miró y me dijo todo lo que tenía que hacer: “No pienses más, sal ahí fuera, mira los magnolios. Aunque estén raquíticos, pues sus raíces crecen bajo bloques de hormigón, están ahí para que los huelas”.
Esa imagen es un autorretrato de Cristina Núñez que, indagando en la red, he sabido se titula “Sick Cris”. Bajo la foto, y entre otras veinte imágenes más (en una compilación titulada “Someone to love”), una carta dirigida a la artista en la que alguien le expresaba cuán feliz le había hecho. Tuve que dejar de leerla por puro pudor, y entendí lo que a veces me dicen algunos sobre la tensión que provoca asomarse a letras explícitas y biográficas. Comprendí en cierto modo la similitud entre aquel autorretrato y mis canciones. “Lo personal es político”, dice el libro en el que se presenta y recoge la exposición. Así lo siento yo también. Y, como Núñez, valoro el arte como terapia y como proceso de exploración interior que se comparte con el público.
El concierto estuvo bien. Fue la primera vez en crearse una cola de gente para abrazarme y darme las gracias, y aprecié muchísimo ese gesto de conocidos y desconocidos, que permiten que uno confirme que el HACER SENTIR es precisamente la razón por la que todo merece la pena.
Gracias a MUSAC y Lados Magazine por la coordinación del encuentro. Gracias a Cristina Núñez por haberme brindado, a través de su obra, esa mirada que me hizo sentir.