Arratsaldeon!
Llueve, suena la voz de Meredith Monk y termino de redactar una entrega más de mis diarios de viaje (o lo que quiera que sean estos textos), que espero os sirvan para descubrir algo nuevo o simplemente para acompañarme de forma retroactiva.
Hoy mi agradecimiento va para Maria Porter, su mirada y su aliento. Una mujer (actriz, pedagoga y directora norteamericana) que desde el primer día que pasamos juntas me miró con complicidad y quiso regalarme parte de su experiencia. Gracias por hacerme reflexionar sobre el proceso creativo de tal forma que ahora soy capaz de ponerle nombre a muchas de mis sensaciones en esa “habitación vacía”.
La foto la saqué durante la demostración de su trabajo “Encounters with an empty room” (que muestra la relación entre el proceso creativo y el entrenamiento físico a través del Método Suzuki) el 5/09/13 en la Sala Negra de Teatros del Canal.
Que paséis una buena tarde.
06/09/13
El hotel en el que me alojo está justo al lado de un departamento de bomberos del centro de Madrid. Lindando con los bomberos hay una residencia de ancianos. Mi ventana da justo al patio que une los edificios, cuya estructura permite que los sonidos de las plantas bajas lleguen claramente hasta el tercer piso.
Llevo varias noches despertándome con los avisos, alarmas y sirenas. Afortunadamente, parece que anoche que no se quemó nada en la zona, ni ningún gatito quedó atrapado en la copa de un árbol.
Me acosté pensando en Maria Porter, una actriz de pelo blanco y fuerte que dirige el Departamento de Teatro de la Universidad de Long Island y a la que he tenido el placer de conocer en el Festival A Solas- The Magdalena Project, en el que participo. Su trabajo “Encounters with an empty room”, que presencié ayer por la tarde, me dejó realmente impresionada. Me expliqué (me explicó) muchas cosas que siento y que me ocurren trabajando sola. Me recordó esos puntos que hay que tener siempre en cuenta, la disciplina, el rigor y el porqué de hacer lo que hacemos.
“Siempre tengo que ir mas allá de las limitaciones que percibo en mí […] Tengo que trabajar con energía de actuación, y no con energía de ensayo […] Tengo que ser consciente de mis hábitos y posturas personales y tener control sobre ellos […] Tengo que usar un foco claro, y siempre tener una imagen […] Y en el fondo del teatro, o en mi caso en mi sala de estar, un Dios de la Perfección que me fuerce a medir cómo estoy ejecutando las formas en relación a su ejecución ideal.”
Anoche, como digo, me acosté pensando en ella, en todo lo que aprendí de su demostración, y en la importancia de seguir adelante por el camino de la independencia creativa.
Ninguna alarma sonó. No bajaron los muchachotes por la barra metálica ni se montaron en su camión rojo con esa inmensa escalera.
Sí que ocurrió, sin embargo, algo mágico. Tan triste como bello. Mi compañera de habitación, Helen, atestigua que a las 4 de la madrugada ya se podía escuchar. Yo lo oí conscientemente de 7 a 7:30, siendo aún de noche, pero seguramente llevaba varias horas insertándose en mi sueño el lamento constante de una ancianita de la residencia. Con voz aguda, quejumbrosa, y en forma de cántico decía “María, María, María”. Tres veces y una pausa. “María, María, María”. Tres veces y una pausa. Así, por lo menos, durante cuatro horas y media. Helen cree que estaba rezando. Yo, que llamaba a algún familiar en sueños. El caso es que aquella “María” se zambulló en mis fantasías con Maria Porter y su Dios de la Perfección.
“Debes estar muy cansado” es la traducción del saludo de honor en japonés cuando se termina la representación. Es exactamente lo que le hubiera dicho, con una reverencia, a la anciana que ha hecho que esta noche nada (y todo) saliera ardiendo. Lo que Maria Porter nos dijo tras su trabajo, y lo que yo le digo hoy, desde aquí, a ella.