Bus Irun-Bilbo, 02/03/15
¿Dejará alguna vez de llover?
El trigésimo octavo día consecutivo de precipitaciones deja en la ventana del autobús
la marca de las garras de un tigre gigante,
las Meninas,
el Orinoco,
una serpiente pitón,
las lágrimas de los Amantes de Teruel,
un feto diminuto siendo arrastrado por la serpiente pitón,
un arco iris transparente sobre la Ría de Orio,
el Empire State Building.
Todo se dibuja y se borra en el cristal,
como imaginado por el aluminio y el estireno de un Telesketch.
En cuestión de media hora ha crecido el Nilo y su corriente se ha llevado los árboles enfermos de la Isla de San Nikolas.
Casiopea,
Orión
y el estandarte tricolor en el mar, de nuevo.
Como errores enmendados con Tipp-ex sobre una hoja oscura, quedan las marcas de la crecida de río Deba en los árboles de la orilla. Miles de fragmentos de plástico blanco y papel higiénico exponen nuestras faltas y desaciertos.
El niño que mea desde Bruselas me salpica mientras apaga un fuego en la Torre Eiffel. Me sumerjo en esta siesta meridional con la esperanza de que el mareo se ahogue en ella.