Es tarde de sábado. Revolotean mosquitos. A lo lejos oigo txalapartaris blandir canciones de boda que relajan mis oídos tras la enésima escucha de “Every minute”. Ya está fuera. Ya le he visto los ojos. Ramon M. Zabalegi le ha hecho este traje, con trazos fuertes y sinceros.
Trato de describirlo pero me resulta imposible volver a hablar de la sobriedad, de la ausencia de artificios, de que si es un disco maduro o inmaduro, de que si me siguen gustando o no las campurrianas. Prefiero bramar desde el estómago y que cuente él cuáles son sus preferencias ahora. En breve, con todos vosotros, “Every minute”:
El Viaje como hilo conductor. No uno concreto, sino todos los que han hecho de mí quien ahora soy.
Cerca del frío y del agua. Del hielo.
Conversaciones imaginadas en un tren. Miradas a través del cristal. Respuestas clavadas en el reflejo al penetrar en la oscuridad de un túnel.
Las vidas que no viviré. Las vidas que sí he vivido. Los minutos que prometo no volver a malgastar.
La necesidad de saborear ciertos recuerdos antes de que fundan a blanco.
Decidimos, nadie sale indemne.
Ahora estamos listos.