Zürich, 23/07/16
El rabo de un perro rubio
se mece al pulso del contrabajo,
acariciando el vaso que,
tumbado en el suelo,
vierte las últimas gotas
de gaseosa de ruibarbo.
La tarde es rosada,
al igual que la bebida,
la luz
y las sandalias de la niña
que se baña en confeti y billetes falsos.
Maúllan al abrirse
las puertas de la Radio LoRa.
Me siento como en casa.