Durante seis meses, entre 2018 y 2019, y por encargo del Gobierno Vasco, realicé una investigación en torno a la situación de la igualdad de género en el ámbito de la música desde la perspectiva de la creación en Euskadi. El proceso de búsqueda y recopilación de datos, así como la realización de las entrevistas que han conformado el informe sobre el que aquí reflexiono, han provocado el afloramiento de algunos recuerdos lejanos sobre mi propia experiencia. Reconozco que algunas de estas evocaciones han desencadenado sentimientos encontrados dentro de mí, haciendo presentes las cuestiones de si hice o no lo correcto cada vez que, hace ya más de quince años, seguí la corriente a quien se dirigía por correo electrónico a mi manager, suponiendo que este existiría y sería un hombre, y dando por hecho que una chica joven no andaría por ahí representándose a sí misma ni autogestionando su proyecto musical. Comencé a escribir y firmar como un hombre y me di cuenta de que las condiciones y el trato mejoraban, así que lo utilicé como una herramienta de supervivencia, sin considerar el fondo de la cuestión ni pararme a pensar en si estaría alimentando unos mecanismos basados en algunos de los estereotipos que ahora tanto lucho por romper.
Son innumerables las veces que dejé que la gente pensara que había un hombre tras el alias que solía utilizar en foros musicales para verter mis opiniones, ofrecer y recibir recomendaciones sobre música o sobre cuestiones técnicas relacionadas con instrumentos y sonido. En todas esas ocasiones me sentí más integrada en estas comunidades virtuales y reconocida en el ámbito de mi profesión.
A base de estudiar el contexto y obtener la información y la experiencia necesaria para sentirme segura expresando mis opiniones y negociando mis condiciones en mi propio nombre, fui poco a poco obteniendo la autoconfianza necesaria para dar la cara dejando a un lado (y finalmente casi olvidando) los trucos y las estrategias que tuve que elaborar para encajar en un mundo eminentemente masculino y masculinizado. Considero relevante volcar aquí y ahora estas apreciaciones y realizar la reflexión al respecto de todo ello, que en su día no fui capaz de hacer.
Así es precisamente la forma en la que operan los estereotipos: guían nuestras acciones dentro de una estructura determinada que nos sirve para justificarnos e identificarnos en relación a un esquema que se nos impone desde fuera. Pensar que encajaba en un determinado contexto me hacía sentir menos sola y más reconocida. El problema es que no era del todo yo a quien reconocían algunos, sino a una creación, a una representación de mí.
Y lo cierto es que fue precisamente cuando obtuve la confianza necesaria para mostrarme tal y como era, sin la preocupación de encajar o no en una identidad grupal, cuando comencé a sentirme libre y satisfecha. El reconocimiento ha ido llegando lenta y paulatinamente, sin buscarlo, y ahora está sustentado en una base considerablemente firme de libertad y otra algo más oscilante de satisfacción artística y personal.
Ha sido sorprendente, y a la vez de alguna forma reconfortante, descubrir que no soy la única mujer a la que le ha pasado algo similar.
El Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco acaba de publicar en septiembre de 2019 el «Diagnóstico de situación de la igualdad de género en el ámbito del teatro, la danza, el libro y la música desde la perspectiva de la creación y la industria en la CAE». Se trata de un «Cuaderno 0» o compendio que recoge los resúmenes de los informes realizados por ocho profesionales de los sectores del teatro, la danza, las letras y la música, «con el objetivo de dotar los estudios de una mirada realista y experta de cada una de las realidades analizadas, y que han desarrollado un análisis y reflexión sobre la igualdad de mujeres y hombres en cada uno de sus sectores de referencia».
Se puede acceder a su descarga libre en el enlace: https://bideoak2.euskadi.eus/2019/09/17/news_56710/CUADERNO_0_Cast_v3.pdf
En este enlace están disponibles los informes completos, para quien desee profundizar en la investigación, que no ha sido más que el inicio de un camino en el que seguiré trabajando a través del grupo de «Programas y Políticas de género» como miembro del Consejo Vasco de la Cultura, y por supuesto de forma independiente en mi día a día.
Gracias a todas las personas que os habéis involucrado y nos habéis regalado vuestro tiempo y experiencia. Seguro que merecerá la pena.