Hace unos días el periodista Nacho Serrano (ABC) contactaba conmigo para conocer mi opinión acerca de si consideraba viable un portal de streaming cooperativo para escapar del modelo de Spotify. Unas palabras de Kiko Veneno dándole vueltas a esa posibilidad fueron el detonante para generar un artículo en el que varias personas que nos dedicamos a la música dejamos caer nuestras reflexiones en un necesario debate.
Las preguntas que me formuló fueron solamente dos, pero dieron para mucho:
¿Qué te parece la idea?
«La idea de oponerme al modelo de Spotify me parece, por supuesto, necesaria. Desde que investigué a fondo cómo funcionan las plataformas de streaming y cuál es el flujo de derechos y royalties a través de ellas (para el libro “SGAE: el monopolio en decadencia”, consonni, 2017), decidí que mi música no estaría disponible en ese tipo de plataformas. El último disco que permití que se distribuyera en ellas data de 2014. Llevo, pues, 6 años publicando música al margen del streaming monopolístico de Spotify. Utilizo otro tipo de plataformas como Bandcamp, que presentan un modelo mucho más justo para las personas creadoras».
¿Crees que sería posible?
«Para que un proyecto así funcionara, las personas que creamos y/o interpretamos música deberíamos, primero, tener consciencia de lo que pasa con nuestros derechos, y, segundo, tener algo similar a conciencia de clase. Otra cosa imprescindible es bañar esas consciencia y conciencia con algo llamado valentía, que nos permita abandonar el sistema. Y no solo me refiero a dejar de subir nuestra música a Spotify. Eso no vale de nada si seguimos siendo suscriptores como público de esa y otras plataformas como Netflix, por nombrar una en el ámbito audiovisual.
Son modelos que nos tratan como meros consumidores. Lo único que les importa es que permanezcamos conectados a su sistema el mayor tiempo posible. Da igual qué contenido estemos viendo o escuchando, lo importante para estas plataformas es tenernos bien agarrados, metiéndonos un contenido tras otro sin importar si lo queremos escuchar, si lo podemos asimilar después de haber escuchado otra cosa que nos ha emocionado, sin importar nuestro bienestar como público y sin mostrar el menor respeto a las personas que crean los contenidos intelectuales (¿acaso minimizar, o directamente obviar, los títulos de crédito no es un atentado directo contra el derecho moral del reconocimiento a la autoría?).
En Catalunya durante el confinamiento surgió la iniciativa CDR, Caixa de Ressonància (Caja de Resonancia), con una red propia, ética. Una forma de ofrecer contenido justa para las personas que lo ofrecen.
Un proyecto así, como CDR, o como el que planteas, no podrá ser viable mientras no adquiramos esos tres ingredientes de los que te hablaba antes: consciencia, conciencia y valentía».
Os recomiendo la lectura del artículo completo, «Un portal de streaming cooperativo: el sueño de los músicos españoles para escapar de Spotify», publicado el 26 de agosto de 2020 en el diario ABC.
