[Este texto lo escribí hace 12 años, con un tono mucho más cursi que el que suelo mostrar ahora, pero con un contenido casi idéntico al que hoy día sigo defendiendo. Contaba el nacimiento de Famelia, la asociación de grupos autoeditados a la que pertenecí durante tres años junto a doss, Rosvita y el Estudio Brazil de Madrid. Y hablo de autogestión, de compañerismo, de colaboración. Del DIY («Do it yourself») al DIWO («Do it with others»), término que, por cierto, ni siquiera se había acuñado entonces. Gracias a mis compañeros por todo lo que me enseñaron. Gracias a Carlos Molina y Ainara del Río (directores de Orpheo) por todo el apoyo que nos brindaron, y por habilitar en su publicación un espacio para reflexionar sobre la autogestión].
«Famelia: diario de un nacimiento»
(Publicado en el fanzine Orpheo nº14, noviembre 2003)
Madrid. Domingo. Once y media de la noche. Acabo de dar un paseo por el centro en muy grata compañía, conversando sobre cómo solían ser las cosas hace diez años. Hace un poco de frío, el mismo que me invade por dentro cuando recuerdo mi vida y mi relación con la música como algo que me llenaba de ilusión, que me proporcionaba infinitas alegrías sin demasiado esfuerzo a cambio. Era casi un juego, era dulce.
Muchos de nosotros no conocíamos algunas de las reglas, y los que sí las conocían se aprovechaban de ello para ganar pequeñas batallas. Pero daba igual mientras pudiéramos seguir jugando.
Ahora ha pasado mucho tiempo. Yo ya no tengo 17 años, sino 27. Mis compañeros de batalla ya están en la treintena. La música para mí y para algunos de nosotros hace tiempo que dejó de ser un juego de adolescentes para convertirse en un compromiso vital. Siempre lo fue aunque no fuéramos conscientes de ello.
Ahora estamos en el 2003. Somos más maduros como personas y como músicos. Conocemos mejor las reglas que rigen el juego, la vida, la música. Tenemos las ideas más claras, somos capaces de plasmarlas mejor en nuestras obras, en nuestras palabras, en nuestros actos. Pero ahora a nadie le importa.
A nuestros oponentes en el Maravilloso Juego Del Mundo De La Música no les interesa batirse ya con nosotros. Prefieren seguir jugando con quienes no conocen aún demasiado bien las reglas. Prefieren seguir ganando batallas ampliamente de manera fácil y rápida. No les interesan unos contrincantes más o menos experimentados. Y así, ¿qué gracia tiene el juego?
Por suerte tenemos tantas ganas de seguir cumpliendo nuestros pequeños sueños que no nos importa buscar nuevas formas de batirnos con la industria, con los medios, medir fuerzas con el público si hace falta. Retarlos a descubrir algo interesante donde nunca pensaron que podrían encontrarlo.
Cuando me preguntan por qué opté por la autoedición de este primer disco en solitario me vienen a la mente mil razones, muchas de las cuales me resulta muy complicado explicar. Es simplemente tratar de evitar que alguien manosee mis entrañas y haga nudos con mis tripas, y esa sensación no es nada fácil de hacer entender.
Si el camino que has de andar para llegar a tu objetivo está lleno de alimañas y animales peligrosos, de trampas y de lodo, ¿por qué no labrar un camino paralelo sin obstáculos impuestos? No vamos a negar que sea dificultoso, por supuesto que lo es.
No es una decisión fácil para quien carece de fuerza de voluntad y empeño, pero confiando en que tenemos mucho que decir, mucho que ofrecer y en que la recompensa al final del camino es muy grata, lo único que puedo decir es que merece la pena.
Cada vez encontramos más grupos que toman la decisión de autoeditarse y pasar por la dolorosa fase de un parto difícil, sin anestesia ni ayuda. Y cada vez más somos los que estamos dispuestos a ceder nuestra mano para que el otro la apriete fuerte, a escuchar los quejidos y tratar de mitigar el dolor que provoca el nacimiento de un nuevo disco en estas circunstancias. Todos nosotros somos mamás solteras.
Rosvita, doss y yo misma formamos una familia, Famelia, a la que también pertenece el Estudio Brazil, donde se han gestado nuestros respectivos discos. Unidos nos es más fácil darnos a conocer, organizarnos, promocionarnos y jugar de nuevo al Maravilloso Juego Del Mundo De La Música, esta vez con nuestras propias reglas. Unas reglas que todos nosotros conocemos, unas reglas justas, inventadas para la ocasión mientras labramos nuestro camino paralelo libre de trampas. De vez en cuando surge algún imprevisto, por supuesto, pero somos conscientes y contamos con ello. Si alguien tropieza y cae en el camino hay muchos compañeros decididos a tender una mano sin pedir nada a cambio. No nos hacemos la competencia unos a otros. El éxito de cualquiera de nosotros es una alegría para todos, Famelia se alimenta así de pequeños logros.
Cada uno de nosotros pone al servicio de los demás su experiencia profesional y personal, la de algunos más centrada en el Maravilloso Mundo De La Música y la de otros más centrada en el Maravilloso Mundo De Los Mayores, un mundo en el que inevitablemente tenemos que poner un pie de vez en cuando. Algunos de nosotros hemos querido creer durante años que ambos mundos no tenían nada que ver, pero no es así. Están tan interrelacionados que a veces se confunden.
Pero como ya he dicho antes, la satisfacción que encontramos al final del camino merece la pena. Y lo que más merece la pena de formar parte de un colectivo como Famelia, es que no importa ni cómo ni cuándo lleguemos al final del camino. Me atrevería a decir que no sé siquiera si hay un final. La satisfacción llega sola al ir recorriendo cada paso arropados por personas con las mismas inquietudes, con el mismo compromiso y con la misma ilusión. Personas que juegan en tu equipo.
Si os apetece conocernos un poco mejor no dudéis en poneros en contacto con nosotros en (e-mail que ya no existe). Como nosotros hay muchos otros artistas autoeditados, que no necesariamente pertenecen a ningún colectivo. A todos ellos mucha suerte, ánimo y tampoco dudéis en poneros en contacto con Famelia para intercambiar material, experiencias o simplemente hacernos saber que estáis ahí. Muchísimas gracias.
Ainara LeGardon.